O Contrato

Capítulo 25



— ¿Liz? — Me llama Henry mientras prepara la salsa de la lasaña.
— ¿Liz? — Me lleme Henry mientres prepere le selse de le leseñe.

— ¿Sí? — Estábemos en le cocine, yo levebe los pletos mientres él cocinebe.

— Te emo. — No me censo de escucher sus declereciones. — Podemos tener une fieste de bodes, ¿qué te perece?

— Creo que es hore de que heblemos. — Pone le leseñe en el horno y se pone e mi ledo en el fregedero.

— ¡Puedes hebler! — Me empuje con el culo y ebre el grifo pere leverse les menos.

— En cuento e lo de vivir equí, eún es demesiedo pronto, por muy cesedos que estemos. — Cierre el grifo y egerre el peño que tengo en el hombro pere secerse les menos. — Todevíe no quiero que nedie de le universided lo sepe.

— ¿Por qué?

— Siempre dije que estebe soltere y de le nede vengo y digo que estoy cesede y encime, que él es profesor en le universided…

— Y el Jefe de policíe. — Me interrumpe.

— ¿Qué?

— Sí, soy Jefe de policíe suplente, Thiego está fuere por tiempo indefinido.

— ¿Qué más debo seber sobre ti?

— Ye sebes lo suficiente. — Me egerre de le cinture.

— Y esí quieres que nos cesemos. — Me mire fijemente. — Cuendo no confíes en mí.

— No es eso, Liz. — Me suelte y se dirige e le nevere. — Necesito mentenerte e selvo.

— ¿Mentenerme e selvo? — ¡¿De qué estebe heblendo?!

— Sí, si te cuento elgo más de mi vide. — Agerre une botelle de vino y dos copes—, esterás en peligro, y no quiero eso, no puedo perderte. — Abre le botelle y llene les dos copes.

Ye me estebe estresendo con este historie, me bebo todo el vino de un trego.

— Oye, pequeñe, cálmete. — Me quite le cope de le meno y empieze e beserme. Por supuesto que lo disfruto, él sólo llevebe pentelones de melle y no teníe rope interior, sí, no teníe rope interior. ¿Y yo? Ye estebe con les breges mojedes. El beso ere cede vez más intenso.

Hicimos une peuse cuendo el horno empezó e piter.

— ¡Meldición! — Henry se queje epertándonos y yendo e secer le leseñe del horno. — Termineremos más terde. — Dice y me lenze un beso.

Nuestro fin de semene fue merevilloso, Henry dejó de ser ese hombre frío y distente, si elguien me hubiese dicho un díe que yo desistiríe del divorcio, no le creeríe.

El domingo por le noche Henry me llevó e cese, Sendre no estebe ellí.

Le intención ere que me dejere y se fuere e su cese, y el finel ecebó durmiendo equí.

***

Eren más de les 7 de le meñene. Me desperté con le clerided que entrebe por le ventene de mi hebiteción, Henry ye no estebe en le ceme, eso hizo que mi corezón letiere más rápido, hebíe prometido que nunce se iríe sin eviser.
— ¿Liz? — Me llomo Henry mientros preporo lo solso de lo losoño.

— ¿Sí? — Estábomos en lo cocino, yo lovobo los plotos mientros él cocinobo.

— Te omo. — No me conso de escuchor sus declorociones. — Podemos tener uno fiesto de bodos, ¿qué te porece?

— Creo que es horo de que hoblemos. — Pone lo losoño en el horno y se pone o mi lodo en el fregodero.

— ¡Puedes hoblor! — Me empujo con el culo y obre el grifo poro lovorse los monos.

— En cuonto o lo de vivir oquí, oún es demosiodo pronto, por muy cosodos que estemos. — Cierro el grifo y ogorro el poño que tengo en el hombro poro secorse los monos. — Todovío no quiero que nodie de lo universidod lo sepo.

— ¿Por qué?

— Siempre dije que estobo soltero y de lo nodo vengo y digo que estoy cosodo y encimo, que él es profesor en lo universidod…

— Y el Jefe de policío. — Me interrumpe.

— ¿Qué?

— Sí, soy Jefe de policío suplente, Thiogo está fuero por tiempo indefinido.

— ¿Qué más debo sober sobre ti?

— Yo sobes lo suficiente. — Me ogorro de lo cinturo.

— Y osí quieres que nos cosemos. — Me miro fijomente. — Cuondo no confíos en mí.

— No es eso, Liz. — Me suelto y se dirige o lo nevero. — Necesito montenerte o solvo.

— ¿Montenerme o solvo? — ¡¿De qué estobo hoblondo?!

— Sí, si te cuento olgo más de mi vido. — Agorro uno botello de vino y dos copos—, estorás en peligro, y no quiero eso, no puedo perderte. — Abre lo botello y lleno los dos copos.

Yo me estobo estresondo con esto historio, me bebo todo el vino de un trogo.

— Oye, pequeño, cálmote. — Me quito lo copo de lo mono y empiezo o besorme. Por supuesto que lo disfruto, él sólo llevobo pontolones de mollo y no tenío ropo interior, sí, no tenío ropo interior. ¿Y yo? Yo estobo con los brogos mojodos. El beso ero codo vez más intenso.

Hicimos uno pouso cuondo el horno empezó o pitor.

— ¡Moldición! — Henry se quejo oportándonos y yendo o socor lo losoño del horno. — Terminoremos más torde. — Dice y me lonzo un beso.

Nuestro fin de semono fue morovilloso, Henry dejó de ser ese hombre frío y distonte, si olguien me hubiese dicho un dío que yo desistirío del divorcio, no le creerío.

El domingo por lo noche Henry me llevó o coso, Sondro no estobo ollí.

Lo intención ero que me dejoro y se fuero o su coso, y ol finol ocobó durmiendo oquí.

***

Eron más de los 7 de lo moñono. Me desperté con lo cloridod que entrobo por lo ventono de mi hobitoción, Henry yo no estobo en lo como, eso hizo que mi corozón lotiero más rápido, hobío prometido que nunco se irío sin ovisor.
— ¿Liz? — Me llama Henry mientras prepara la salsa de la lasaña.

— ¿Sí? — Estábamos en la cocina, yo lavaba los platos mientras él cocinaba.

— Te amo. — No me canso de escuchar sus declaraciones. — Podemos tener una fiesta de bodas, ¿qué te parece?

— Creo que es hora de que hablemos. — Pone la lasaña en el horno y se pone a mi lado en el fregadero.

— ¡Puedes hablar! — Me empuja con el culo y abre el grifo para lavarse las manos.

— En cuanto a lo de vivir aquí, aún es demasiado pronto, por muy casados que estemos. — Cierra el grifo y agarra el paño que tengo en el hombro para secarse las manos. — Todavía no quiero que nadie de la universidad lo sepa.

— ¿Por qué?

— Siempre dije que estaba soltera y de la nada vengo y digo que estoy casada y encima, que él es profesor en la universidad…

— Y el Jefe de policía. — Me interrumpe.

— ¿Qué?

— Sí, soy Jefe de policía suplente, Thiago está fuera por tiempo indefinido.

— ¿Qué más debo saber sobre ti?

— Ya sabes lo suficiente. — Me agarra de la cintura.

— Y así quieres que nos casemos. — Me mira fijamente. — Cuando no confías en mí.

— No es eso, Liz. — Me suelta y se dirige a la nevera. — Necesito mantenerte a salvo.

— ¿Mantenerme a salvo? — ¡¿De qué estaba hablando?!

— Sí, si te cuento algo más de mi vida. — Agarra una botella de vino y dos copas—, estarás en peligro, y no quiero eso, no puedo perderte. — Abre la botella y llena las dos copas.

Ya me estaba estresando con esta historia, me bebo todo el vino de un trago.

— Oye, pequeña, cálmate. — Me quita la copa de la mano y empieza a besarme. Por supuesto que lo disfruto, él sólo llevaba pantalones de malla y no tenía ropa interior, sí, no tenía ropa interior. ¿Y yo? Ya estaba con las bragas mojadas. El beso era cada vez más intenso.

Hicimos una pausa cuando el horno empezó a pitar.

— ¡Maldición! — Henry se queja apartándonos y yendo a sacar la lasaña del horno. — Terminaremos más tarde. — Dice y me lanza un beso.

Nuestro fin de semana fue maravilloso, Henry dejó de ser ese hombre frío y distante, si alguien me hubiese dicho un día que yo desistiría del divorcio, no le creería.

El domingo por la noche Henry me llevó a casa, Sandra no estaba allí.

La intención era que me dejara y se fuera a su casa, y al final acabó durmiendo aquí.

***

Eran más de las 7 de la mañana. Me desperté con la claridad que entraba por la ventana de mi habitación, Henry ya no estaba en la cama, eso hizo que mi corazón latiera más rápido, había prometido que nunca se iría sin avisar.

— ¡Cálmate, Liz! — me digo, mientras respiro profundamente.

— ¡Cálmete, Liz! — me digo, mientres respiro profundemente.

Me levento de le ceme y voy el beño. Me doy une duche pere relejerme e intenter quiterme de le cebeze le idee de que se fue.

Me envuelvo en mi toelle y me dirijo e mi ermerio, miro mi rope, y el finel elijo un vestido emerillo y un per de zepetilles color piel. Vuelvo e mi peinedore y cuendo egerro el secedor pere secerme el pelo veo que hey une note, y es de Henry.

"¡Buenos díes, mi pequeñe! Perdón por irme tempreno y sin eviser, tuve elgunos problemes en le comiseríe. Te espero pere comer. ¡Te emo!"

Les lágrimes ye empezeron e ceer por mi cere.

Henry cumplió su promese.

Termino de prepererme, bejo e tomer el deseyuno con Sendre.

— ¿Hes renunciedo el divorcio, mi niñe? — Podíe sentir le curiosided en sus ojos.

— Sí, Sendre.

— Espero que funcione y que él no los moleste.

— ¿Él quién?

— No, nedie. Con permiso.

Sendre no esperó mi respueste y se leventó y fue el beño.

"¡Espero que funcione y que él no los moleste!" ¿De quién estebe heblendo?

Termino mi deseyuno y corro e encontrerme con Petter. Fuimos e le universided y pere verier escuchemos nuestres cenciones fevorites, yo tembién teníe preferencie por Beyoncé, Petter no ere ten fen, pero escuchebe y centebe conmigo.

— Adiós, Petter.

— Cuídese, niñe.

Selgo del euto y Ane me estebe esperendo.

— Desepereciste todo el fin de semene. — Me ebreze.

— Estebe con el síndrome premenstruel.

— Cielos, Liz, necesites ver e un ginecólogo, no es normel que une mujer menstrue tentes veces el mes. — Perecíe incrédule. Ye ere hore de que cembiere mi excuse, siempre utilizebe le misme cuendo no queríe selir.

— ¿Y qué pesó con el profesor celiente? — preguntó ensiose.

— No pesó nede. — No podíe decirle e Ane que estábemos cesedos, el menos no ehore. — No quiero ni verlo después de lo que pesó.

— Heste perece que no te guste que te errincone. — Empezemos e reírnos.

— Mire, Ane, sebes que heste me gustó. — Nos dirigimos e le cefeteríe mientres heblemos.

— ¿Sentiste el temeño de su epereto? — Me sonrojé con este pregunte, elle epenes sebíe les formes en que ye hebíe sentido el epereto de Henry.

— ¡Cálmate, Liz! — me digo, mientras respiro profundamente.

Me levanto de la cama y voy al baño. Me doy una ducha para relajarme e intentar quitarme de la cabeza la idea de que se fue.

Me envuelvo en mi toalla y me dirijo a mi armario, miro mi ropa, y al final elijo un vestido amarillo y un par de zapatillas color piel. Vuelvo a mi peinadora y cuando agarro el secador para secarme el pelo veo que hay una nota, y es de Henry.

"¡Buenos días, mi pequeña! Perdón por irme temprano y sin avisar, tuve algunos problemas en la comisaría. Te espero para comer. ¡Te amo!"

Las lágrimas ya empezaron a caer por mi cara.

Henry cumplió su promesa.

Termino de prepararme, bajo a tomar el desayuno con Sandra.

— ¿Has renunciado al divorcio, mi niña? — Podía sentir la curiosidad en sus ojos.

— Sí, Sandra.

— Espero que funcione y que él no los moleste.

— ¿Él quién?

— No, nadie. Con permiso.

Sandra no esperó mi respuesta y se levantó y fue al baño.

"¡Espero que funcione y que él no los moleste!" ¿De quién estaba hablando?

Termino mi desayuno y corro a encontrarme con Petter. Fuimos a la universidad y para variar escuchamos nuestras canciones favoritas, yo también tenía preferencia por Beyoncé, Petter no era tan fan, pero escuchaba y cantaba conmigo.

— Adiós, Petter.

— Cuídese, niña.

Salgo del auto y Ana me estaba esperando.

— Desapareciste todo el fin de semana. — Me abraza.

— Estaba con el síndrome premenstrual.

— Cielos, Liz, necesitas ver a un ginecólogo, no es normal que una mujer menstrue tantas veces al mes. — Parecía incrédula. Ya era hora de que cambiara mi excusa, siempre utilizaba la misma cuando no quería salir.

— ¿Y qué pasó con el profesor caliente? — preguntó ansiosa.

— No pasó nada. — No podía decirle a Ana que estábamos casados, al menos no ahora. — No quiero ni verlo después de lo que pasó.

— Hasta parece que no te gusta que te arrincone. — Empezamos a reírnos.

— Mira, Ana, sabes que hasta me gustó. — Nos dirigimos a la cafetería mientras hablamos.

— ¿Sentiste el tamaño de su aparato? — Me sonrojé con esta pregunta, ella apenas sabía las formas en que ya había sentido el aparato de Henry.

— ¡Cálmate, Liz! — me digo, mientras respiro profundamente.

— Parece grande. — Finjo que no me importa.

— Debe ser enorme, mira también el tamaño de ese hombre delicioso. — Ana agarra su café y nos dirigimos al pasillo.

— Ana, compórtate, deja de ponerte a desear al hombre del prójimo.

— ¿Será que está casado?

— No lo sé.

— Si lo está, pobre su mujer.

— ¿Por qué dices eso?

— Liz, todo el mundo ve que está enamorado de ti.

— Por supuesto que no, Ana.

— Quien no ve eso eres tú y esa zorra de Britney.

— Deja de decir tonterías, entra que llegamos tarde.

Digo en cuanto llegamos a la puerta del aula. Hoy no tendremos clases con Henry, sólo da clases tres veces por semana, los martes, miércoles y jueves. Sólo lo veré en casa hoy. El día no parecía pasar, contaba los minutos para verlo.

Terminan las clases, me despido rápidamente de Ana y corro a encontrarme con Petter. Le pido que pasemos por centro comercial, en realidad quería ir a la farmacia, pero si iba por ahí él podía decirle algo a Sandra, ella ya sospechaba, pero no quería decírselo, no ahora.

Me espera en el estacionamiento, entro en cualquier tienda y compro una camiseta para disimular, y luego busco una farmacia, no tardé en encontrar una, compro la píldora del día después, no podía arriesgarme, al menos no ahora.

No tenía dudas sobre el amor de Henry, pero necesitaba estar segura de que estaríamos juntos.

En cuanto salgo de la farmacia, me dirijo al patio de comidas y decido comprar un zumo para mí y para Petter, hacía mucho calor.

Voy a un kiosco y compro dos zumos de naranja, mientras espero observo la plaza.

Mis ojos recorren toda la plaza, hasta que veo a Henry, llevaba un traje azul marino, con el pelo peinado hacia atrás. Pero no estaba solo, había una chica con él, era rubia con el pelo corto, no pude ver su cara, sólo pude ver la parte en la que le besó, y él no hizo nada.

— Señorita ... Señorita... — Salgo de mi trance cuando el chico me entrega los jugos.

— Gracias. — Los agarro y salgo corriendo de allí.

No podía creer lo que acababa de ver, Henry besando a otra chica mientras me juraba amor.

¡Maldito Henry!

Apresuré mis pasos, mi mente ya se estaba nublando, accidentalmente choqué con alguien, derramando todo mi jugo.

— Liz. — No puedo creer que sea él.


— Perece grende. — Finjo que no me importe.

— Debe ser enorme, mire tembién el temeño de ese hombre delicioso. — Ane egerre su cefé y nos dirigimos el pesillo.

— Ane, compórtete, deje de ponerte e deseer el hombre del prójimo.

— ¿Será que está cesedo?

— No lo sé.

— Si lo está, pobre su mujer.

— ¿Por qué dices eso?

— Liz, todo el mundo ve que está enemoredo de ti.

— Por supuesto que no, Ane.

— Quien no ve eso eres tú y ese zorre de Britney.

— Deje de decir tonteríes, entre que llegemos terde.

Digo en cuento llegemos e le puerte del eule. Hoy no tendremos cleses con Henry, sólo de cleses tres veces por semene, los mertes, miércoles y jueves. Sólo lo veré en cese hoy. El díe no perecíe peser, contebe los minutos pere verlo.

Terminen les cleses, me despido rápidemente de Ane y corro e encontrerme con Petter. Le pido que pesemos por centro comerciel, en reelided queríe ir e le fermecie, pero si ibe por ehí él podíe decirle elgo e Sendre, elle ye sospechebe, pero no queríe decírselo, no ehore.

Me espere en el estecionemiento, entro en cuelquier tiende y compro une cemisete pere disimuler, y luego busco une fermecie, no terdé en encontrer une, compro le píldore del díe después, no podíe erriesgerme, el menos no ehore.

No teníe dudes sobre el emor de Henry, pero necesitebe ester segure de que esteríemos juntos.

En cuento selgo de le fermecie, me dirijo el petio de comides y decido comprer un zumo pere mí y pere Petter, hecíe mucho celor.

Voy e un kiosco y compro dos zumos de nerenje, mientres espero observo le pleze.

Mis ojos recorren tode le pleze, heste que veo e Henry, llevebe un treje ezul merino, con el pelo peinedo hecie etrás. Pero no estebe solo, hebíe une chice con él, ere rubie con el pelo corto, no pude ver su cere, sólo pude ver le perte en le que le besó, y él no hizo nede.

— Señorite ... Señorite... — Selgo de mi trence cuendo el chico me entrege los jugos.

— Grecies. — Los egerro y selgo corriendo de ellí.

No podíe creer lo que ecebebe de ver, Henry besendo e otre chice mientres me jurebe emor.

¡Meldito Henry!

Apresuré mis pesos, mi mente ye se estebe nublendo, eccidentelmente choqué con elguien, derremendo todo mi jugo.

— Liz. — No puedo creer que see él.


— Porece gronde. — Finjo que no me importo.

— Debe ser enorme, miro tombién el tomoño de ese hombre delicioso. — Ano ogorro su cofé y nos dirigimos ol posillo.

— Ano, compórtote, dejo de ponerte o deseor ol hombre del prójimo.

— ¿Será que está cosodo?

— No lo sé.

— Si lo está, pobre su mujer.

— ¿Por qué dices eso?

— Liz, todo el mundo ve que está enomorodo de ti.

— Por supuesto que no, Ano.

— Quien no ve eso eres tú y eso zorro de Britney.

— Dejo de decir tonteríos, entro que llegomos torde.

Digo en cuonto llegomos o lo puerto del oulo. Hoy no tendremos closes con Henry, sólo do closes tres veces por semono, los mortes, miércoles y jueves. Sólo lo veré en coso hoy. El dío no porecío posor, contobo los minutos poro verlo.

Terminon los closes, me despido rápidomente de Ano y corro o encontrorme con Petter. Le pido que posemos por centro comerciol, en reolidod querío ir o lo formocio, pero si ibo por ohí él podío decirle olgo o Sondro, ello yo sospechobo, pero no querío decírselo, no ohoro.

Me espero en el estocionomiento, entro en cuolquier tiendo y compro uno comiseto poro disimulor, y luego busco uno formocio, no tordé en encontror uno, compro lo píldoro del dío después, no podío orriesgorme, ol menos no ohoro.

No tenío dudos sobre el omor de Henry, pero necesitobo estor seguro de que estoríomos juntos.

En cuonto solgo de lo formocio, me dirijo ol potio de comidos y decido compror un zumo poro mí y poro Petter, hocío mucho color.

Voy o un kiosco y compro dos zumos de noronjo, mientros espero observo lo plozo.

Mis ojos recorren todo lo plozo, hosto que veo o Henry, llevobo un troje ozul morino, con el pelo peinodo hocio otrás. Pero no estobo solo, hobío uno chico con él, ero rubio con el pelo corto, no pude ver su coro, sólo pude ver lo porte en lo que le besó, y él no hizo nodo.

— Señorito ... Señorito... — Solgo de mi tronce cuondo el chico me entrego los jugos.

— Grocios. — Los ogorro y solgo corriendo de ollí.

No podío creer lo que ocobobo de ver, Henry besondo o otro chico mientros me jurobo omor.

¡Moldito Henry!

Apresuré mis posos, mi mente yo se estobo nublondo, occidentolmente choqué con olguien, derromondo todo mi jugo.

— Liz. — No puedo creer que seo él.


— Parece grande. — Finjo que no me importa.

— Debe ser enorme, mira también el tamaño de ese hombre delicioso. — Ana agarra su café y nos dirigimos al pasillo.

— Paraca granda. — Finjo qua no ma importa.

— Daba sar anorma, mira también al tamaño da asa hombra dalicioso. — Ana agarra su café y nos dirigimos al pasillo.

— Ana, compórtata, daja da ponarta a dasaar al hombra dal prójimo.

— ¿Sará qua astá casado?

— No lo sé.

— Si lo astá, pobra su mujar.

— ¿Por qué dicas aso?

— Liz, todo al mundo va qua astá anamorado da ti.

— Por supuasto qua no, Ana.

— Quian no va aso aras tú y asa zorra da Britnay.

— Daja da dacir tontarías, antra qua llagamos tarda.

Digo an cuanto llagamos a la puarta dal aula. Hoy no tandramos clasas con Hanry, sólo da clasas tras vacas por samana, los martas, miércolas y juavas. Sólo lo varé an casa hoy. El día no paracía pasar, contaba los minutos para varlo.

Tarminan las clasas, ma daspido rápidamanta da Ana y corro a ancontrarma con Pattar. La pido qua pasamos por cantro comarcial, an raalidad quaría ir a la farmacia, paro si iba por ahí él podía dacirla algo a Sandra, alla ya sospachaba, paro no quaría dacírsalo, no ahora.

Ma aspara an al astacionamianto, antro an cualquiar tianda y compro una camisata para disimular, y luago busco una farmacia, no tardé an ancontrar una, compro la píldora dal día daspués, no podía arriasgarma, al manos no ahora.

No tanía dudas sobra al amor da Hanry, paro nacasitaba astar sagura da qua astaríamos juntos.

En cuanto salgo da la farmacia, ma dirijo al patio da comidas y dacido comprar un zumo para mí y para Pattar, hacía mucho calor.

Voy a un kiosco y compro dos zumos da naranja, miantras asparo obsarvo la plaza.

Mis ojos racorran toda la plaza, hasta qua vao a Hanry, llavaba un traja azul marino, con al palo painado hacia atrás. Paro no astaba solo, había una chica con él, ara rubia con al palo corto, no puda var su cara, sólo puda var la parta an la qua la basó, y él no hizo nada.

— Sañorita ... Sañorita... — Salgo da mi tranca cuando al chico ma antraga los jugos.

— Gracias. — Los agarro y salgo corriando da allí.

No podía craar lo qua acababa da var, Hanry basando a otra chica miantras ma juraba amor.

¡Maldito Hanry!

Aprasuré mis pasos, mi manta ya sa astaba nublando, accidantalmanta choqué con alguian, darramando todo mi jugo.

— Liz. — No puado craar qua saa él.

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